28 de desembre, 2013

...¿realidad?

Mis pies se arrastraban sobre las hojas secas que habían caído días atrás desde árboles desconocidos. No caminaba con la misma energia que al principio del trayecto, me faltaba el aire y sentía el cuerpo entumecido. ¿Cuántas horas habían pasado ya? Sólo me limitaba a seguir a los demás excursionistas, que hundidos en sus silenciosos pensamientos, no articulaban ni una sola palabra.
La vegetación de este lugar era...extraña. Jamás, en ningún otro sitio de la esfera terrestre se habían visto plantas, arbustos, árboles...como aquellos. Lo dice una licenciada en botánica. Desconocía todos los nombres de esas espécies, y ningún ejemplar figuraba en mi guía, que siempre llevaba conmigo por si a mi memoria se le escapaba algún nombre científico. 
No sabía cuanto tiempo llevabamos andando, pero el paisaje no cambiaba....parecía que el sendero hacia vueltas, y vueltas, y vueltas...
Mi visión empezó a jugar con mi credibilidad, haciéndome dudar sobre si realmente estaba viviendo esto. Me sentía cansada, agotada. Mis brazos colgaban y mi espalda dejaba de estar tan recta...Empecé a notar que los colores de ese naturaleza exótica se alteraban. Las hojas dejaban sus tonos rojizos y anaranjados para volverse azules y violetas. Los frutos misteriosos de los árboles se transformaban en pequeñas esferas de oro, relucientes como un diamante al sol. 
En el cielo, nubes de mil formas y colores se movían al compás de un sonido élfico que mi sentido auditivo no era capaz de descifrar. Sin darme cuenta mis piernas fallaron y me quedé sentada encima de esas curiosas hojas que al aplastarlas con mi peso, crujían. Ya no veía a las demás personas, no estaban al alcance de mis ojos. Con mi mano, tomé una hoja y la acerqué a mi cara, observándola con detenimiento. Sus tonos azulados variaban del claro al oscuro, era una maravilla digna de admirar. Noté cierto olor...el perfume que desprendía la hoja. Una mezcla entre frambuesas, regaliz y canela. Un aroma empalagoso que al rato te dejaba el olfato insensible. Dejé caer la hoja, así como también dejé caer mi cuerpo delicadamente sobre el suelo, rodeada por cientos de colores y por ese olor tan peculiar. 
El suave sonido élfico se fue acercando, reconocí risas agudas de tono musical. De repente, mi campo de visión estaba invadido por miles de pequeñas hadas de todos los colores posibles, volando a mi alrededor, riendose melódicamente. Se posaban sobre mi cuerpo de forma grácil, apenas las sentía de lo ligeras que eran. Quedé recubierta de pequeñas criaturas con luz propia que producían ese sonido tan tranquilizador.
Empecé a sentir un leve hormigueo en la punta de los dedos de los pies, se iba extendiendo por mis piernas y apoderandose de todo mi ser. Unos minutos después, dejó de ser un leve hormigueo para convertirse en pequeños pinchazos en la piel. Estaba incapacitada de mobilidad, mis neuronas ya no tenían poder sobre mis terminaciones nerviosas...pero sí podia abrir y cerrar los ojos.
Aproveché mi último recurso, mi vista, para observar como el cielo oscurecía, como los frutos de los árboles dejaban de ser de oro reluciente y se empezaban a derretir. Todo se estaba derritiendo. La fuerza de los pinchazos había aumentado, quería quejarme, quería gritar, pero no podía. Un poder superior al de mi voluntad propia prohíbia que mi boca emitiese el más mínimo sonido.
La selva exótica se había transformado en una lava negra que engullía todo lo que atrapaba. Mis ojos se cerraron cuando empecé a notar como la masa oscura se apoderaba de mi cuerpo. El dolor era tal, que me había insensibilizado del todo. Ya no podía respirar, ya no podía ver nada...


-¡Kat, despierta! -esa voz...¿la conozco? Voz femenina. No será...- Venga, Kat, está oscureciendo y debemos volver al refugio.

Ángela. Una de mis compañeras excursionistas. Apreté las manos contra la tierra húmeda, moví ligeramente los pies y dejé ir un suspiro. Abrí los ojos.

-¡Bien! Has despertado. Las altas temperaturas te han causado fiebre y después te has desmayado...nos tenías muy preocupados.

22 de desembre, 2013

Dark angel.

Tómame cual mariposa
encierrame en un tarro
pero no me dejes ir,
hasta que mi tristeza sea hermosa.

Escribe en mi piel
así como yo escribiré en este papel
todo lo que anhelo, lo que pido
hasta que mi ser quede en el olvido.

Su mirada temblorosa
deslumbraba mi visión,
mientras, como una vieja rosa
era abandonada en un rincón.



Este ha sido mi intento de poema. Es el primer poema serio que escribo. El primero...
Sentimientos pasados que de alguna manera, se empeñan en cobrar vida el día de hoy.








21 de desembre, 2013

Un sueño~

Ignacio. 52 años. Aficionado a la lectura y maniático con la comida

"Esa noche tuve la necesidad de tomarme tres tilas, y aún así Morfeo no queria concedirme el placer de dormir. Estaba malhumorado. Para cenar, Cristina, mi hija, habia cocinado carne rebozada. Un plato que me molesta por su textura grasienta, y por los márgenes de la carne, allí donde se junta toda la harina creando una masa con sabor a aceite quemado.
Bien, como he dicho, entre una cosa y la otra, me llevó un buen rato conciliar el sueño. No recuerdo como, pero de golpe me hallaba en el gran sillón de la sala de estar, donde me sentaba incontables veces al dia ara leer y re-leer mis libros favoritos. Pero esta vez, delante de mi, entre mis manos, no se encontraba uno de mis libros favoritos. Era una pieza antigua, de tapas duras y páginas amarillentas a causa del paso del tiempo. No pertenecía a mi colección y tampoco recordaba haber comprado ningún libro últimamente en esas tiendas de segunda mano que solía frecuentar las mañanas de domingo. Con curiosidad, empecé a leer el contenido de este misterioso libro que parecía proceder de ninguna parte.
Al rato, estaba tremendamente sorprendido. Me inquietaba el hecho de leer todo aquello, pero a la vez una leve sonrisa apareció en mi expresión. Mis ojos como platos, se posaban encima de esas palabras, de esas letras que se juntaban para narrar histórias del pasado, recuerdos ya vividos de cuando yo era un renacuajo. Cuarenta años atrás, un Ignacio más joven, inocente y esperanzado con la vida.
A medida que iba leyendo, supe que el libro redactaba los recuerdos más dulces de m infancia. Cuando fui a pescar con mi padre, la primera bicicleta, ese helado de fresa que mamá nos preparaba y las comidas familiares por Navidad. Todo eran recuerdos agradables, memorias entrañables por las cuales me desvivía por revivir, por recuperar esa felicidad despreocupada. Esa felicidad infantil que un día terminó.
Sin querer y sin prácicamente darme cuenta, me leí casi todo el libro, excepto la última página. El último recuerdo de mi infancia. El más amargo, el día que la tranquilidad nos dijo adiós. Cuando mamá murió.
Antes de terminar esa página, sonó el despertador para hacerme saber que las horas nocturnas habían pasado. Me levanté de la cama, para empezar otro día con el peso de los años en la espalda."


Esta es una redacción que hice para la clase de lengua. Está traducida del catalán, así que si se me ha escapado algo no propio del castellano, lo siento. ¡Espero que haya sido de vuestro agrado!