Ahora, cuando te miro
te veo -sin verme-
y pienso que tal vez haya muerto
en el azul de tus ojos
que ahora es gris.
Que lo único que te queda de mí
es esa mancha amarilla
que tienes al lado de la pupila.
Ahora, cuando te oigo
no me escucho en tus palabras,
y la gravedad afónica de tu voz
ya no forma parte de mis ecos,
porqué hace tiempo
que tengo otra melodía en la cabeza.
Y sin embargo,
antes
el oxígeno quemaba
si no estabas a mi lado.
Andar era más difícil
si no iba de la mano de tu sombra,
y lloraba por ti
cuando tú reías por otras
porqué temía que tu sonrisa
brillase más en sus ojos
que en los míos.
Antes,
el tempo de mi vida
lo marcaban mis dedos por tu espalda,
y desesperada
quería ser un molde para ti
olvidándome tanto
-y recordándonos a cada instante-
que perdí mi forma.
De ser.
Y perdóname si me iba
para que respondieras a mis ausencias.
Pero nunca obtenía la respuesta
que esperaba.
Y esperé,
a que me vieras
pero fue mi culpa si no lo hacías
porqué cada día dejaba de ser yo
para ser más tú.
Y en mi fracaso, mi transparencia.
Así que perdóname si con el tiempo
dejé de escucharte, y de escucharme
que ya ni en mis palabras me reconocía,
que ni mi tristeza era ya la mía
-hasta eso te quedaste-.
Perdóname, por favor
si te digo que abandoné mi dolor
en el cajón de tu mesita de noche
donde antes guardábamos los condones
con los que no hacíamos el amor.
Y sobre todo perdóname
si te digo que he dejado de buscarte
en los solos de guitarra
y en las novelas de Bukowski.
Que miro el futuro sin tus ojos,
y tu nombre ya no escribe mi presente.
Que el antes y el ahora
son dos personas distintas.
Que ya no tengo esos ojos,
ni esa boca,
ni esa voz,
ni esa sed de ser querida.
Que ahora quiero sin esperar
y espero quererme
cada día más.
Porqué vuelvo a ser yo.
Y por eso me disculpo
si te digo
que me hace feliz
ser feliz
sin ti.
sin ti.